Una noche, de pronto y en secreto, tal vez en sueños, unos labios nos cantan las palabras mágicas que transforman nuestros deseos en acciones de búsqueda.
El sexo es nuestra brújula inquieta y el cuerpo de los otros nuestro laberinto. Desde ese momento pertenecemos a la Casta de Los Sonámbulos.
Un hombre busca las huellas del calígrafo antiguo que escribió, en la ciudad de Mogador, Los nombres del aire y varias obras más sobre el deseo. Nueve mujeres dibujan sobre su cuerpo la espiral de los sueños que lo orientan y lo confunden. En su piel se une la arena de dos desiertos: el de Sonora y el del Sáhara. Puente de arena donde surgen Los jardines secretos de Mogador con sus voces de tierra.