Adelaide Thompkins siempre había estado allí, desde que Guy y Will Stockman eran niños. Fría, eficiente y muy recatada.
Pero con el paso de los años, la pequeña criada se había transformado en una belleza clásica, excitante, arrebatadora y tal vez mortal. Los primos Stockman habían hecho una apuesta, pero fue Adelaide quien acabó estableciendo las reglas del juego amoroso, y era ella quien tenía ahora todas las cartas…