Una carrera de caballos en Inglaterra, la Copa de Oro de Aldington, sirve de pretexto a John Hawkes para trazar, en Un brote de lima, una historia narrada con la meticulosidad de una pesadilla perfecta para conseguir, en palabras de William Kennedy, "una obra maestra de lo excéntrico en la que cada palabra resuena como un misterio". Hay, sí, en ella sadismo y muerte, y el terror pesa al fin de sus páginas más que el amor. Y, por encima de ello, el estilo inconfundible de uno de los grandes narradores del presente. Para muestra, le bastará al lector esa escena en la que entre las nubes de vapor de una sauna van apareciendo y desapareciendo gansters hasta que el protagonista -desnudo, aterrorizado y a gatas- descubre por fin el inevitable cadáver con la garganta limpiamente abierta.