Lorenzo trabaja de bedel en una escuela, mantiene a su madre, tiene las ideas muy claras sobre muchas cosas y, en los ratos libres y todos los domingos durante la temporada, va de caza. Contempla el mundo con su lúcida inteligencia de muchacho de pueblo y se cuenta a sí mismo las cosas que pasan sin pensar en la posteridad. Frente a los sinsabores cotidianos está siempre la caza, que le llena el alma de gozo incluso en los días de fiasco.