Donna Leon nos conduce magistralmente, de la mano de Brunetti, desde el cadáver de Carlo Trevian, influyente abogado, hasta la signora Ceroni, jefa de una agencia de viajes que, en realidad, transporta muchachas de la convulsa ex Yugoslavia hasta los burdeles de Venecia y los platós clandestinos en donde se filman las más escabrosas escenas