Chéjov tiene música, recuerda a Mozart, vino a decir Mauriac. Se trata, naturalmente, de una musicalidad implícita de todo trabajo poético. Una poesía adscrita a la actitud ética y humana de Chéjov y a su económica liberación de explicaciones adjetivas y detallistas. Adscrita a los silencios, al discurrir del tiempo, al primitivismo de unas vidas sencillamente contadas porque "así es como las cosas realmente suceden" y así es como un escritor excepcional debía hablar de seres verdaderamente anodinos.